3/21/2009

Imponer la autodisciplina


La disciplina implica recordar los objetivos personales que uno tiene.
- David Campbell, fundador de la tienda “Saks Fifth Avenue”

Existe un mito – en el que casi todo el mundo cree – según el cual la autodisciplina se “posee”, es decir, se encuentra dentro de nosotros, como un don genético que podemos tener o no.

La verdad es que la autodisciplina no se “posee” sino que se utiliza.

Digámoslo de otro modo: la autodisciplina es como un idioma. Cualquier niño es capaz de aprender uno (de hecho, todos los niños lo hacen). Del mismo modo, cualquier anciano tiene la posibilidad de hacerlo. Supongamos que una persona de habla inglesa se halla perdida bajo la lluvia en Juárez, México; ya sea que tenga nueve o noventa años, si utiliza el español para retomar su camino en busca de un refugio cálido y seguro, seguramente lo encontrará.

En este caso, el español funciona como una autodisciplina, en el sentido de que si lo utiliza para algo. No nacemos con ese idioma incorporado, pero podemos ponerlo en práctica. De hecho, la frecuencia con que lo utilicemos dependerá de nuestra voluntad.

Cuanto más lo practiquemos, mayores serán nuestros logros.

Si se enviara a un norteamericano a vivir a Juárez por un año y tuviera que ganarse la vida, cuanto más utilizara el español, más rápido obtendría lo que necesita.
Si nunca hicimos uso de este idioma, aún estamos a tiempo. Podemos recurrir a nuestro pequeño diccionario de frases en inglés-español y sacar provecho de él. ¡Puede servirnos para averiguar una dirección o para pedir ayuda! No es necesario haber nacido con ningún don especial.

Exactamente lo mismo ocurre con la autodisciplina. No obstante, mucha gente no lo cree; la mayoría piensa que es algo que se posee o no y que, en cualquier caso, es un rasgo de carácter o una característica permanente de la personalidad.

Estas personas están completamente equivocadas e incurren en un error que puede arruinar su vida. Sin embargo, la buena noticia es que nunca es muy tarde para corregirlo, ya sea en uno mismo o en la gente que nos rodea. Siempre estamos a tiempo de aprender la verdad.

Veamos hasta qué punto es errónea la concepción a este respecto. Hace poco, un gerente de una empresa, refiriéndose a uno de sus subordinados, dijo:
- Si él tuviera al menos cierta autodisciplina, lo nombraría encargado de ventas; pero carece por completo de ella.

Esta creencia es falsa. El empleado en cuestión posee tanta autodisciplina como cualquier otra persona, sólo que aún no se dispuso a utilizarla. Del mismo modo, los que hablamos inglés contamos con la misma cantidad de vocabulario en español que cualquier otra persona de habla inglesa: el reto consiste en aplicarlo.

Es verdad que, cuanto más recurramos a nuestro pequeño diccionario y utilicemos las palabras, más fácil nos resultará manejarnos de manera fluida con el idioma extraño. Si hacemos lo suficiente y utilizamos una cantidad considerable de palabras y frases, se nos volverá tan sencillo hablarlo que nos parecerá natural, como si lo “poseyéramos” dentro de nosotros, así como Tiger Woods parece llevar el golf en la sangre.

La autodisciplina sigue la misma pauta: si nuestro subordinado comprendiera en forma cabal que se trata de una característica utilizable (no “poseíble”), podría aprovecharla para alcanzar prácticamente cualquier objetivo que se propusiera.

En lugar de esto, el individuo se preocupa. Se pregunta si posee o no el rasgo en cuestión; si tiene ese “don” dentro de sí; si sus padres y tutores se lo inculcaron. (Algunos creen que es un don adquirido mediante la experiencia; otros, que es de origen genético. Ambas creencias son falsas: no es de ninguna manera algo que se “instala” dentro de nosotros, sino una herramienta que cualquiera puede utilizar. Como un martillo o un diccionario).

Los dirigentes esclarecidos sacan mayor provecho de las personas que están a su cargo porque son conscientes de que cada una de ellas posee todo lo que precisa para obtener lo que busca. No se conforman con las excusas, las disculpas y el lamentable fatalismo que la mayoría de los que no saben cómo actuar muestran hábilmente a sus gerentes. No los convencen.

Fuente:
Chandler S. y Richardson S. (2007). 100 maneras de motivar a los demás. Argentina: Kier empresa.

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