Algunos creen que la vida es una batalla,
pero lo cierto es que es un juego de dar y recibir. (Florence Scovel Shinn,
filósofa y escritora)
Complete la siguiente
oración con lo primero que se le ocurra: “La vida es…”.
¿Qué fue lo primero
que vino a su mente? (Ojalá no se trate de la popular frase de la etiqueta
autoadhesiva, que proclama que “La vida es una porquería, y después viene la
muerte”).
Sea lo que fuere lo
que se nos ocurra, podemos afirmar que esa es nuestra manera de ver la vida.
¿Cuál fue su
respuesta? Una encuesta realizada a gerentes de mediano nivel reveló que, para
ellos, “La vida es una batalla”. Sin embargo, en otra dirigida a altos
directivos, la respuesta más común fue “La vida es un juego”.
Si usted pudiera elegir
entre una y otra, ¿cuál escogería? Para motivar a otras personas, debe
demostrarle a su gente que la vida es un juego.
Una actividad
cualquiera se convierte en un juego cuando puede llevarse registro del puntaje
obtenido al realizarla y saber quién va ganando o perdiendo. Además, para que
sea verdaderamente divertida, no debe otorgarse ninguna importancia al
resultado.
Por lo tanto, debe
quedar claro que, más allá de los premios, el objetivo es disfrutar del juego
con plenitud. ¡De qué manera podemos incorporar esto a nuestra vida?
Chuck Coonradt, un
amigo y mentor nuestro de hace mucho tiempo, es asesor de gestión empresarial y
el autor del best-seller titulado The Gane of Work [El juego del trabajo]. Creó
un sistema que permite convertir al trabajo en un juego. En su obra, Chuck
recuerda que cuando comenzó a trabajar en una tienda de comestibles, en la
sección de los productos congelados, descubrió que los dueños cedían ante
cualquier reclamo de los empleados. Les permitían tomarse un recreo por hora
para que resguardaran su cuerpo del frío y les pagaban un sueldo de privilegio.
No obstante, ellos continuaban quejándose amargamente del frío glacial que
debían soportar. “Sin embargo, si a estos mismos empleados les dieran una
escopeta y los enviaran a cazar ciervos a lugares con un clima mucho más crudo
que el de cualquier sección de la tienda, se divertirían. ¡Incluso sin cobrar
un centavo! De hecho, pagarían para hacerlo”, aseguró Chuck.
Como hace muchos años
nos enseñó Tom Sawyer – el personaje de Mark Twain -, la clave para lograr que
un trabajo resulte divertido es hacer que las tareas que la mayoría considera
agobiante se conviertan en un juego.
Randy es un dirigente
que recurrió a nosotros porque tenía un problema relacionado con el ausentismo.
Durante muchos meses lo había combatido e intentó eliminarlo. Finalmente, se
percató de que el elemento del juego permitía aliviar los inconvenientes.
Inventó un juego (los dirigentes crean; los controladores reaccionan). A todos
los empleados que habían tenido asistencia perfecta en el mes les entregaba un
naipe, que ellos debían escoger de un mazo, al azar. Luego, cada uno tenía que
exponerlo en algún lugar de su despacho, de modo que fuera bien visible. A los
seis meses, el que tuviera la mejor mano de póquer ganaba una suma de dinero
importante; el segundo y tercer puesto también eran premiados con dinero en
efectivo.
Más tarde, Randy contó
lo siguiente:
-El problema del
ausentismo prácticamente desapareció. De hecho, tuvimos inconvenientes porque
algunos empleados se enfermaron ( y esta vez su enfermedad era real, no una
simple excusa para faltar al trabajo) debido a que intentaban trabajar más
tiempo del debido. Si se levantaban con fiebre y su esposa les decía que
hicieran reposo, le respondías: “Estás loca” Tengo dos ases y dos reinas en mi
poder. ¡No puedo quedarme!”.
Después de cuatro años
de dedicarse a la venta de un programa unitario para el desarrollo de la
gestión empresarial, Chuck Coonradt hizo lo que luego se convirtió en la visita
más importante de su carrera laboral. Fue a ver a un gerente de fábrica de una
empresa de viviendas prefabricadas. Durante la conversación que mantuvieron,
este recurrió al clásico discurso sobre “los jóvenes de hoy”, diciéndole lo
siguiente:
-A los jóvenes no les
importa nada, no se esfuerzan, no tienen los mismos valores que nosotros, los
adultos.
Chuck recordó que
“mientras él hablaba, ambos observábamos la planta de la fábrica, ubicada cerca
de diez metros por debajo de la oficina del gerente. Este señaló a ocho jóvenes
que estaban holgazaneando junto a una casa y me preguntó: ‘¡Qué propone su
programa para solucionar esto?’”.
Chuck dijo que,
después de observar el ritmo de trabajo de dichos sujetos, “no podía
compararlos más que con caracoles artríticos arrastrándose por el cemento
fresco. Estos tipos estaban fuera de lugar y parecía que iban contra la
corriente. El gerente me había puesto en un brete. Yo no tenía una respuesta
para su pregunta. En verdad no supe qué decirle”.
Más tarde, tuvo lugar
un episodio asombroso: el almuerzo. Inmediatamente después de oírse la señal
que lo anunciaba, los ocho muchachos dejaron caer sus martillos como si una
corriente de electricidad los hubiese atravesado y echaron a correr como si les
hubieran clavado unas espuelas; cuatro de ellos se quitaron la camisa y
descendieron cerca de cincuenta metros por unas escaleras hasta llegar a una
cancha de básquet.
La transformación sufrida
por estos jóvenes en su motivación fue asombrosa. Chuck contempló el juego
atentamente durante cuarenta y dos minutos exactos. En la cancha, cada cual
ocupaba su puesto, desempeñaba su función en forma adecuada y apoyaba a su
equipo con energía, compromiso y entusiasmo (sin necesidad de que estuviera
presente ningún gerente). Sabían de qué manera colaborar con su equipo y
disfrutaban del juego.
A las 12:42, el
partido terminó; los empleados recogieron la bandeja que contenía su almuerzo y
sus bebidas, y se dirigieron a sus puestos de trabajo. A la 1 de la tarde,
todos habían retornado puntualmente (como caracoles artríticos que volvían a
arrastrarse sobre cemento fresco).
Chuck se dirigió al
gerente de la fábrica y le dijo:
-No creo que el
problema de base sean los empleados. Estos chicos no tienen dificultad para
motivarse.
A partir de ese día,
Chuck comenzó a investigar la posibilidad de que esos muchachos aprendieran a
transferir la energía, el entusiasmo y el compromiso que mostraban en la cancha
de básquet a la planta de la fábrica. Su plan tuvo éxito y se tronó legendario
dentro del mundo empresarial.
Chuck afirma lo
siguiente: “Ahora sabemos lo que significa la motivación que genera la
recreación y la aplicamos al trabajo. Dicha motivación requiere realimentación,
registro del puntaje, fijación de objetivos, entrenamiento coherente y
elecciones personales permanentes”.
Fuente:
Chandler
S. y Richardson S. (2007). 100 maneras de motivar a los demás. Argentina: Kier
empresa.